Descripción
Nos abrimos un poco al viento para poder navegar casi a un descuartelar. Haciamos 6,5 nudos y el barco se comportaba alegremente. Parecia que también él participaba de la sensación de eufória y libertad que se había adueñado de toda la tripulación. Con el paso de las primeras horas de navegación en aquellas circunstancias de buen tiempo, mar no muy alterada y el buen ambiente a bordo, el relajo corporal no tardó en apoderarse de nosotros y, poco a poco, sintiendo el paso de la olas y el sususro del agua acariciando el casco, cada uno quedó absorto en sus propias sensaciones. Allí sentados en la cubierta, Marina y yo cruzamos nuestra miradas, esbozamos una leve sonrisa llena de complicidad, asentimos ambos con la cabeza y, sin medias palabra, asumimos los dos que realmente aquel era un gran momento en nuestras vidas.
Se estaba materializando el inicio de un gran sueño: dar la vuelta al mundo con el «Cormorán».